La gravedad de la sexta ola de COVID-19 puede quebrar el sistema sanitario y a sus profesionales
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El CGCOM reclama tomar conciencia real de la situación actual a responsables políticos y ciudadanía.
En pleno auge de la sexta ola de la pandemia de la COVID-19 e inmersos ya en la época navideña, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) a través de la Comisión Asesora COVID19, alerta de la gravedad de esta nueva ola de la pandemia para evitar la quiebra del Sistema Nacional de Salud y de los profesionales que lo sostienen.
Este documento, elaborado por más de treinta expertos, resalta la necesidad de adoptar nuevas medidas de salud pública para evitar que la menor gravedad de los casos en la población vacunada trivialice el daño en la salud y el bienestar que se está produciendo.
Las administraciones y sus responsables deben de tomar conciencia del profundo malestar, desánimo y agotamiento de médicos y otros profesionales sanitarios. Es urgente revitalizar el contrato social implícito con las profesiones, con incrementos de recursos materiales y humanos, abordaje de las reformas siempre pospuestas y rectificando el maltrato con reducción de la temporalidad y mejoras de la calidad de empleo en el SNS. La fatiga política pandémica y el auge de conductas inapropiadas e irracionales que producen mucha desmoralización en los profesionales son otros factores que complican el abordaje de la pandemia.
Sexta ola.
Hace un año sufríamos los efectos de una pandemia grave y mortal; con las vacunas la morbimortalidad se ha reducido, pero no la gravedad de la situación. El incremento de la incidencia está colapsando la Atención Primaria y los servicios de Urgencia y desbordando la capacidad de diagnosticar casos y rastrear contactos. Aunque las tasas de hospitalización e ingreso en Unidades de Cuidados Intensivos son bajas, cuando se aplican a un amplio número de enfermos, acaban saturando los hospitales y obligando a detener la asistencia a pacientes no-Covid, provocando daños indirectos que pueden ser muy importantes.
Contar con recursos diagnósticos siempre ha sido fundamental para la lucha contra la pandemia; pero han de ser un instrumento al servicio de una racionalidad clínica y de salud pública, no son una medida que por sí misma reduzcan la incidencia.
La vacunación por sí sola no es suficiente.
Se ha trasladado un relato del fin de la pandemia que está siendo muy perjudicial para que la ciudadanía asuma la situación actual: inmunizar y alcanzar el porcentaje necesario para conseguir la deseada “inmunidad de rebaño” no acaba con la pandemia, aunque mitiga sus efectos en la salud. Pese a que desde el ámbito científico y profesional se insistía en que las vacunas no tenían un efecto esterilizante, y que los inmunizados podrían trasmitir la enfermedad, los mensajes desde las instituciones, amplificados en algunos casos por los medios de comunicación, hacían concebir esperanzas de volver a la normalidad a través de la vacunación.
Afrontar la desilusión social y las conductas irracionales.
Existe una enorme desilusión colectiva que genera una hostilidad creciente. Los responsables políticos e institucionales buscan formas de eludir la carga de responsabilidad y temen implantar medidas que contraríen o enfaden más a los ciudadanos-votantes.
Afloran comportamientos irresponsables en grupos y personas, que incumpliendo de forma visible las normas de protección exhiben esas transgresiones como manifestación de protesta y rebeldía. El mensaje de que “ómicron mata mucho menos” ha ayudado a alimentar en población juvenil estas conductas inapropiadas.
Las medidas que se centran en castigar los comportamientos indeseables con vacunación obligatoria o pasaporte COVID deben ser analizadas en su contexto; si se abordan como un castigo social pueden ser ineficientes y desencadenar costes y efectos adversos. Con altas tasas de vacunación, y una variante COVID que pueden trasmitir los inmunizados, exigir un pasaporte no garantiza el control de la transmisión en locales cerrados y puede dar una falsa seguridad que relaje la protección. Exigir el uso de mascarillas en exteriores tiene una efectividad mínima por sí misma, aunque pueda alentar indirectamente su uso en interiores, terrazas y aglomeraciones.
Los sanitarios pueden “romperse” en 2022.
En los centros y servicios sanitarios se está acumulando una enorme desmoralización y cansancio; en su génesis están los comportamientos sociales irresponsables que producen desencanto y frustración; pero están presentes con más fuerza la praxis de gobiernos que miran a otro lado, y han ido dejando a las instituciones sanitarias debilitadas, huérfanas de recursos y de reformas.
En esta navideña fase de la pandemia, el cansancio de médicos y demás trabajadores de la Sanidad añade más desesperanza: cuando más se necesita un descanso, cuando se empezaba la recuperación de las agendas de pacientes no-Covid, la sexta ola viene a sobrecargar los servicios y a volver a suspender su actividad programada, acumulando carga asistencial para el primer trimestre del nuevo año.
Además del reforzamiento de infraestructuras y plantillas, necesitamos que este contrato social implícito termine con el maltrato en la contratación de profesionales: disminuir la temporalidad y mejorar la calidad del empleo médico y sanitario, es precondición para retener a los profesionales que formamos, y alinear su motivación con la misión del Sistema Nacional de Salud.
El discurso político debe insistir en el agradecimiento al sobreesfuerzo que los sanitarios están haciendo desde hace ya casi dos años, incrementado en esta sexta ola y no en lo contrario, como a veces se ha manifestado.
Combatir la “fatiga política pandémica”.
La co-gobernanza, siendo necesaria y esencial para la lucha contra la pandemia, se torna cada día más difícil en este clima político e institucional. El bloqueo en políticas sanitarias lleva con frecuencia a trasladar la responsabilidad a la población (para que se autoproteja) y la culpa los que no se vacunan o los que tienen conductas de riesgo. Pero los efectos de esta estrategia son muy bajos, y no puede substituir la acción de las autoridades sanitarias a través de políticas activas de reducción de la transmisión.
La clave de la co-gobernanza está en conseguir reglas de respuesta común que permitan diferenciar las acciones en función de la diversidad local en la evolución de la pandemia. Sin este marco compartido, cada estrategia autonómica, en un clima de alta rivalidad política, se convierte en motivo de confrontación y crispación, que debilita la receptividad de la población y la viabilidad de la implementación.
Responsabilidad política, reformas y pedagogía.
Desde el CGCOM queremos llamar a la responsabilidad política e institucional: su acción es necesaria y no puede ser suplida; además, las políticas activas pueden ahorrar mucho daño; la reconstrucción sanitaria debe empezar ya, con una combinación de incremento de recursos y de implementación de reformas.
Pese a la urgencia y la excepcionalidad, hay que evitar soluciones que crean nuevos problemas y distorsiones: por ejemplo, la función de triaje en los Centros de Salud no debería ser desarrollada por personal administrativo; el triaje es un proceso asistencial, y debe estar desarrollado por sanitarios y organizado por el equipo clínico del centro de salud.
También resulta imprescindible reforzar la pedagogía; trabajar en la creación de consensos políticos e institucionales para alinear los mensajes y las argumentaciones y trabajar juntos por amortiguar la desinformación, el sensacionalismo y las noticias interesadas que surgen cada día. Tanto en la co-gobernanza como en la comunicación, las organizaciones profesionales sanitarias podemos ser de ayuda y queremos ofrecer nuestra contribución.